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Falsa representación de las muertes en Georgia en los medios: un riesgo para las mujeres

Falsa representación de las muertes en Georgia en los medios: un riesgo para las mujeres

Image by JULIO VICENTE from Pixabay

La cobertura mediática de dos trágicas muertes en Georgia sigue perpetuando una narrativa peligrosa y descaradamente falsa que pone en riesgo la seguridad de las mujeres. Como alguien profundamente preocupada por la salud de las mujeres, debo abordar la alarmante difusión de desinformación en torno a estos casos.

Las muertes de Amber Nicole Thurman y Candi Miller no fueron, como se sigue informando incorrectamente en otros medios de comunicación en Pensilvania y por todo el pais, el resultado de restricciones al aborto. Más bien, estas desgarradoras pérdidas ocurrieron porque estas mujeres utilizaron peligrosos químicos abortivos sin la supervisión médica adecuada, una práctica que pone en riesgo a las mujeres independientemente de las leyes estatales.

Los hechos son contundentes: según datos de la FDA, aproximadamente una de cada 25 mujeres que usa químicos abortivos requiere atención en la sala de emergencias. Solo en Pensilvania, las complicaciones por abortos se han triplicado en los últimos cinco años, y los abortos químicos ahora representan más del 55% de todos los abortos, con más de 19,000 en 2022. Muchas de estas píldoras se están recetando a través de la telemedicina sin exámenes médicos adecuados ni ecografías para verificar el estado del embarazo y los riesgos. Sin embargo, en lugar de destacar estos peligros a la mujer, muchos medios han optado por usar estas tragedias como armas para atacar las legislaciones provida. Esta narrativa no sólo es engañosa, sino que también es peligrosa. Durante dieciséis años, de 2000 a 2016, la FDA mantuvo estrictos estándares de seguridad que consideraba necesarios para el uso “seguro” de estos medicamentos, incluyendo visitas obligatorias en persona y dos consultas de seguimiento para monitorear posibles complicaciones graves.

Las consecuencias de eliminar estas medidas de seguridad vitales son claras: en Pensilvania, casi la mitad de las complicaciones reportadas en 2022 se derivaron de abortos químicos, siendo el tejido fetal retenido, el sangrado y las infecciones los problemas más comunes. Los defensores del aborto, incluyendo los medios, minimizan deliberadamente estos riesgos al etiquetar engañosamente los protocolos de seguridad básicos como “restricciones.” Esto es alarmante pues los datos muestran un aumento del 300% en hospitalizaciones al eliminar las visitas en persona.

La Ley LIFE de Georgia, al igual que todas las leyes provida en nuestro país, protege explícitamente la capacidad de los médicos para brindar atención en todas las emergencias médicas. La ley no impide que los médicos traten complicaciones derivadas de abortos ni persigue a las mujeres que se someten a un aborto. Mujeres y niñas en todo el país han sufrido graves complicaciones, como hemorragias severas, infecciones y sepsis, porque la FDA dejó de exigir que los médicos realicen exámenes en persona esenciales. La FDA y sus aliados en los medios seculares parecen estar más interesados en promover los medicamentos abortivos que en proteger la salud y la seguridad de las mujeres.

La verdadera amenaza para la salud de las mujeres proviene de activistas pro-aborto disfrazados de periodistas que difunden desinformación con fines políticos. Sus tácticas asustan a mujeres vulnerables, alejándolas de buscar la atención médica necesaria, las mismas personas a quienes afirman proteger. Trágicamente, este engaño puede tener consecuencias fatales. Las fuerzas pro-aborto parecen estar más preocupadas por proteger las ganancias de la industria que por la salud y el bienestar de las mujeres y niñas. Si los medios hicieran su trabajo, investigarían y responsabilizarían a la FDA de cumplir su misión de proteger la salud de las mujeres, y reportarían con honestidad sobre el daño causado por los medicamentos abortivos.

Estas muertes subrayan la necesidad crítica de un periodismo ético sobre la atención médica de las mujeres. En lugar de explotar tragedias para avanzar en agendas políticas, debemos enfocarnos en proporcionar a las mujeres información precisa que valore tanto la salud materna como la del niño. Si la FDA hubiera mantenido sus protocolos de seguridad originales, incluidos los requisitos de atención continua, muchas tragedias podrían haberse prevenido. Al continuar difundiendo desinformación sobre estas muertes, los medios de comunicación ponen en riesgo a muchas más mujeres.

Lauren Hackett es asesora legal en el Independence Law Center del PA Family Institute (www.pafamily.org), donde se especializa en derechos de la Primera Enmienda, libertad religiosa y temas pro-vida. Lauren trabajó anteriormente en el servicio público como fiscal adjunta y defensora pública, y actualmente reside en el oeste de Pensilvania.