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Jesús toma en serio nuestro sufrimiento

Jesús toma en serio nuestro sufrimiento

iStock/Anastasia Stiahailo

No es difícil ver lo difícil de la vida. Sólo un vistazo rápido a tus mensajes de texto o noticias muestra cuán rota está la vida. Mientras nos sentamos con el quebrantamiento, la muerte y el sufrimiento que vemos a nuestro alrededor, podemos aprender cómo responder a las dificultades de Jesús, quien tomó en serio nuestro duelo.

Al registrar las Bienaventuranzas, Mateo tradujo la palabra aramea de Jesús para “llanto” al equivalente griego más fuerte posible. La imagen es la de alguien que soporta la pérdida de lo más querido.

La muerte nos duele a cada uno de nosotros con una pérdida y nos arranca profundos recuerdos. El duelo es una forma de duelo casi paralizante y que adormece la vida. Pero cuando profundizamos en la segunda bienaventuranza, vemos que la muerte no es la única causa del duelo del que habla Jesús. El duelo al que Él se refiere también puede surgir del sufrimiento general del mundo: de la difícil situación de aquellos que son víctimas de la injusticia y la desesperación y de nuestro sentido personal de pérdida que surge como resultado de malas decisiones y errores en la vida. Con una simple declaración, Jesús amplía el panorama del duelo desde escenas vívidas de una tumba hasta las consecuencias de las decisiones más pobres o las circunstancias más espantosas de la vida. Es una visión del dolor que nos afecta a todos, independientemente de nuestra estatura social o estilo de vida. Cada uno de nosotros, en un momento u otro, ha perdido a alguien o algo de una manera que hace que nuestra vida no esté completa.

Pero con tal expresión de duelo viene una visión igualmente poderosa del consuelo de Dios.  Jesús aborda la vulnerabilidad de la vida con honestidad y nos da una idea de por qué amar y vivir, incluso con la perspectiva de tanto dolor, ofrece un verdadero consuelo. Y este no es un consuelo barato. Es amor incondicional, la fuente de las emociones más profundas de la vida.

Jesús nos anima a amar con verdadera apertura y honestidad, pero ese amor también trae consigo una gran vulnerabilidad. Al amar y vivir de una manera que nos hace llorar profundamente, nos abrimos a dolores, problemas y dolores increíbles. ¡Pero! También nos acercamos más a Jesús y, con Él, existe la posibilidad de un gran gozo porque Jesús ha vencido al mundo.

En otras palabras, el riesgo de sufrir duelo o duelo puede ser abrumador. No es fácil amar a las personas hasta el punto de lamentarnos por las dificultades y las pérdidas. Pero, a través de él, Dios promete un gozo que cambiará nuestras vidas si estamos dispuestos a correr el riesgo.

Una vida que arriesga el amor hasta el punto de una verdadera vulnerabilidad cambia las expectativas del mundo sobre el amor. Al arriesgarnos a afrontar nuestro propio dolor, vemos la posibilidad de una relación y una comunidad genuinas, de una fe sincera y una conexión espiritual, como Dios planeó desde el principio.

No debemos pasar por alto el tono declarativo de la segunda bendición de Jesús: “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados” (Mateo 5:4).

Ciertamente, Jesús afirma la presencia del duelo en este mundo y el riesgo del amor que a menudo conduce a tales emociones, pero igualmente afirma la promesa de un consuelo espectacular nacido del corazón de Dios. Dios nos llama a arriesgarnos no por la mera posibilidad de consuelo, sino por la certeza del mismo.

Vemos esta verdad una y otra vez cuando Jesús participa en el duelo de este mundo, ya sea en la muerte de un amigo (Lázaro; véase Juan 11:1–44) o en su dolor por el descontento de un pueblo (llanto por Jerusalén; véase, por ejemplo, Mateo 23:37–38). Está incluso presente en el discurso de Jesús sobre su propio sufrimiento y muerte. En Mateo 9:15 y Juan 16:16–22, Él enseña a Sus discípulos acerca del sufrimiento desde una perspectiva muy personal, refiriéndose a un momento en el que ya no estará con ellos. Jesús promete, sin embargo, que su duelo se convertirá en consuelo, un gozo inimaginable que el mundo no entenderá.

Cuando optamos por un camino más seguro o más fácil, uno que ofrezca pocos riesgos o una solución rápida, no podemos experimentar ni experimentaremos este tipo de consuelo y alegría. Verás, el camino fácil crea una falsa sensación de seguridad. Quizás pienses que puedes prevenir el riesgo de sufrir dolor negándote a amar por completo, pero ese camino resulta en un dolor más profundo: el dolor de la soledad y la insatisfacción.

La alegría de la que habla Jesús nace sólo del riesgo de perderla o de perderla por completo. Jesús nos llama a ver el camino del duelo y a recorrerlo con valentía.