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Lo que realmente perdió anoche

Lo que realmente perdió anoche

MEGAN JELINGER/AFP vía Getty Images

La elección de anoche no fue simplemente una competencia entre personalidades o partidos; fue una declaración decisiva de los estadounidenses en contra de un conjunto de ideologías y constructos sociales que han dominado cada vez más la conversación nacional. Esto no se trató solo de si Kamala Harris o Donald Trump ganaron o perdieron. Fue una clara negación a ideas divisivas, poco prácticas y, en ocasiones, destructivas que han transformado el tejido de nuestra sociedad de formas que parecen alejarse profundamente de los valores de la gran mayoría.

La Teoría Crítica de la Raza (CRT, por sus siglas en inglés), la Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), y el "wokeismo"—conceptos arraigados en la división y la categorización—fueron puestos a prueba. Estos marcos, promovidos como mecanismos de justicia, a menudo resultan en silenciar conversaciones, avergonzar a los disidentes y crear divisiones donde podría haber unidad. Anoche, los estadounidenses eligieron no profundizar en narrativas centradas en la identidad, sino recuperar un espíritu de unidad que trasciende las etiquetas que hemos estado tan dispuestos a asignarnos unos a otros.

La cultura de la cancelación y la instrumentalización de la opinión pública también fueron rechazadas. Los estadounidenses están cansados de ver cómo se silencian voces, se destruyen carreras y se excluye a personas por desviarse de una narrativa "aprobada". El resultado de anoche fue una declaración de que estamos cansados de una cultura que rehúsa perdonar, que premia la indignación sobre el diálogo y que valora la intimidación por encima de la conversación.

La ideología de fronteras abiertas y el flujo descontrolado de inmigración ilegal también fue rechazada. Los estadounidenses saben que una nación sin fronteras no puede mantener la integridad de su economía, sus programas sociales ni su seguridad pública. Los votantes están pidiendo fronteras seguras y un sistema de inmigración que sirva tanto a quienes buscan una nueva vida en este país como a quienes ya lo consideran su hogar.

Asimismo, en la boleta electoral, de manera implícita, estaban cuestiones como los hombres biológicos compitiendo en deportes femeninos y la normalización de procedimientos médicos irreversibles para menores que aún son demasiado jóvenes para comprender plenamente sus implicaciones. Estos temas han tocado el núcleo de padres y comunidades que desean proteger los derechos, la seguridad y la dignidad de todos, mientras se asegura que el sentido común y las realidades biológicas nos guíen.

El rechazo al socialismo, la manipulación judicial y la politización de los procesos legales se alza como un llamado a un gobierno justo, equitativo y responsable. Los estadounidenses han visto cómo las instituciones en las que alguna vez confiaron han sido erosionadas por agendas políticas. El voto de anoche fue una afirmación de que queremos justicia, no selectividad; el imperio de la ley, no el imperio de la manipulación.

¿Y el simbolismo de la caída de Bud Light y la disminución de la credibilidad de los medios de comunicación tradicionales? Esto habla de una América que se rehúsa a ser alimentada con una narrativa que no refleja la realidad, que no reconoce las preocupaciones y los valores de la gente común. Fue un voto a favor de la verdad y la autenticidad, en lugar de relatos impulsados por agendas.

Al final, esto no fue solo la victoria de Donald Trump. Fue un rechazo a ideas que han alienado a los estadounidenses comunes. El papel de Donald Trump en esta elección no fue el de una personalidad, sino el de un símbolo de una visión alternativa, una que encarna un retorno a principios como el sentido común, la responsabilidad y la libertad personal. Esta elección no fue sobre abrazar la personalidad de Trump; fue sobre rechazar una cultura política y social que muchos creen que se ha desviado peligrosamente.

Ahora es el momento del sentido común. Porque ayer, el sentido común venció a lo absurdo. Y los estadounidenses trabajadores vencieron una mentalidad de élite. Ayer fue una mini-revolución en un país nacido con el espíritu de rebelarse contra todo vestigio de tiranía. Al final del día, ayer fue definitivamente una victoria, pero no solo para los republicanos, sino para todos los estadounidenses.